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31 ene 2010
East London, Bizarro Unlimited...

East London, Bizarro Unlimited...

Holandeses calientes, alemanas inocentes, argentinos desquiciados...
La noche se puso picante en el mismo momento que se vio cómo formaba la delantera del equipo del Backpacker. Capitana, Natasha, la encargada y hermosa meretriz, quien se transforma con la luna llena, o con unas cuantas copas de whisky, depende que ocurra primero. Esta mujer ciertamente desquiciada y algo psicótica, empezó a mostrar muy rápidamente la hilacha del alcohol, y a sobre arengar a un grupo de pibes holandeses, a un norteamericano sordo, a cuatro o cinco minitas aburridas, y a nosotros mismos, que con las germanas y la española, completábamos un inverosímil cantidad de casi veinte almas a la deriva.

Como si fuéramos pocos, apareció repentinamente en medio de la reunión, acusando notorios y severos daños emocionales, la hija de nuestra anfitriona. La niña, quien no superaba los dieciséis añitos, estaba envuelta en una toalla blanca, recién bañada, y llena de "impudismo" en medio de la cocina... entre los mencionandos holandeses "sobre excitados", haciendo preguntas estúpidas con propósitos muy poco claros. 

La noche se inauguró con una salida que propuso Natasha, ya muy borracha, entre gritos y modales algo bruscos, en dirección a un bar en la esquina del hostal. Antes de ello, decidimos que si nos íbamos unir a tal despropósito, mejor tomarse todos los restos de vinos que habían quedado abandonados en la parrilla del hostal, como para perder un poco el sentido común y sentirnos parte de la batalla. “Vayan yendo, vayan yendo que los alcanzamos en breves minutos”. Consumado el secuestro de los alcoholes y haciendo efecto a pasos agigantados, salimos a ponerle color propio al asunto este de la bizarrez.

No tuvimos tiempo de acercanos al bar, ya que apenas nos pusimos en camino, nos cruzamos con muchas caras de frustración en la banda, por haber descubierto que todo el asunto de la fiesta, era la famosa "engaña pichanga" de los hostales para hacer consumir a alcohol a los pibes y cobrar comisión. Se comentaba que escucharon a Natasha, desde ahora, la embriagada de 50 años, peleando con el dueño del bar diciéndole: “Te traje quince personas, ¿dónde está mi dinero?” o algo así. El desvarío de la señora aparentemente no le permitía siquiera hacer negocios con niños.

Sin embargo, con la frente en alto, la vista más que nublada y balbuceos varios, empezó a gritar nuevamente y a organizar un safari party hacia un lugar que nadie conocía. Llovía torrencialmente, pero como por arte de magia y virtud de borracha, en unos cuatro minutos dos autos de escasas dimensiones se vieron colmados por extranjeros desconocidos y una loca como guía. Abultados, excitados, y sin saber dónde íbamos, nos lanzamos a la autopista que circunda East London en busca de más aventuras animadas de ayer y hoy.

Luego de una cierta cantidad de vueltas y no encontrar el lugar, los comensales se empezaron a poner alguito nerviosos. La mina no podía encontrar nada en su vida, mucho menos un bar. La hija daba algo de lástima, pero en este blog no tenemos lástima por algunas cosas de las cuales preferimos reírnos. Cuando la paciencia y las caras en los autos empezaban a denotar total hastío, llegamos a un lugar muy animado, con buena música, con poca gente, y tragos baratos. Punto para la señora y “una ronda de tekila” para quien lo desee. ¡Que sean dos! ¡Que sean tres! ¡Pará que no puedo parar de bailar!”, “Pará, pará que se me pone todo en realidad virtual”, “Pará, pará que no sé dónde estamos y quién nos lleva de vuelta”...

¡Qué pedal que tiene la gente y qué divertida se puso la vida!... En medio de la realidad virtual se veía a la vieja tirando ojitos a los treintañeros, a los barman, y a los nenes. Un DJ de dudosa calidad se creía que estaba en Ibiza, y nenas de quince años mostraban las tetas empapadas por la lluvia que azotaba el sector fumador en el patio del bar. Los holandeses eran un espectáculo aparte, sólo faltaba que se bajen los pantalones y pierdan la línea en el medio de la pista.

El cuadro de la noche empezó a mancharse cuando a eso de las tres de la mañana, madre e hija, las dos borrachas, empezaron con treinta años de diferencia a bailar a lo “Nueve Semanas y Media” en medio del asedio impúdico de los niños holandeses. After that, la vieja perdió totalmente sus cabales y empezó a gritar que se quería ir o que no se quería ir, eso sólo ella lo sabía. Por el bien de todos, y porque nuestro DJ decidió cortar uno de los mejores temas de la noche por la mitad con toda la gente saltando, decidimos que nos las tomábamos. Llovía más fuerte aún y los autos no daban abasto.

De alguna manera logramos acomodarnos, para que la señora con severos trastornos emocionales nos llevara de vuelta hacia un reparador descanso y un final de noche a todo culo. Lamentablemente, acá empezó la peor parte ya que la señora no tenía en absoluto control 
sobre su ser, y nos hizo perder por el lapso de unos cuarenta minutos... abultados, borrachos, y con muy poca nafta en los tanques. Los ánimos se caldearon mucho y se empezaron a escuchar puteadas en varios idiomas. Como por arte de magia, la hija empezó a rescatar la situación y a tomar las riendas de nuestras vidas, aunque eso sólo sucedió en uno de los autos, porque el auto donde viajaba la vieja, se perdió.

Arribamos al hospedaje de la mano de la hija y a los veinte minutos por suerte llegó el segundo auto, aunque con la infeliz novedad que la señora se había bajado a los gritos en una de las zonas "más peligrosas" de la ciudad, insultando a todos y sin control de sus habilidades motrices. Previo a bajarse del auto, revoleó un par de manotazos hacia la gente, e insultó a quienes manejaban. En fin, el quilombo que se armó cuando la hija se enteró dónde se había bajado su madre fue algo tremendista, bizarro y de muy mal gusto.

La imagen que me acuerdo es la siguiente: mientras nosotros robábamos queso en la cocina, pasaban por detrás y a los gritos, personas que se chocaban pidiendo un teléfono para llamar a algo así como el 911 de emergencias; la hija puteaba a todos y a nadie, desesperada y a la voz de: “ahí matan gente todos los días”, los holandeses no entendían nada, pero estaban pensando en sexo seguro. El cuadro lo cerraba una mujer que dormía en el sillón del living como si nada estuviera sucediendo.

Mucho loquero, rico queso y cuando todo estaba por colapsar y hundirse en las profundidades, apareció por la puerta nuestra whiskera del día, altiva, mojada y desafiante, tratando de demostrar que podía caminar sola. Orgullosa desfiló en medio de todos, dio vuelta su cara hacia la cocina, saludó como si nada hubiera sucedido y la bizarrez quedó toda linda juntita, unida, y con final feliz.

La realidad virtual está buenísima y la noche terminó en los cuartos, pero las persianas ya estaban bajas. Punto final para una noche apasionante, fantástica y vertiginosa. Sólo restaba descansar para esperar la mañana y comenzar el documental del Apartheid... previo a nuestra siguiente mudanza hacia un nuevo sitio de un viaje que comienza a volverse indescriptible. Hasta la próxima y muchas gracias.


Emo, tetas y el resto...
14 ene 2010
East London, la gorda grampeta y vení que te empomo!!!...

East London, la gorda grampeta y vení que te empomo!!!...

La Gorda Grampeta...
Nos levantamos nuevamente con esas profundas ganas de no hacer nada, pero con un compromiso que nos lo impedía. Habíamos quedado en ir a comer al "típico restaurante Xhosa" con Daphne y tuvimos que alistarnos en poco tiempo. Tres Argentinos y una española arrancamos algo trabados por cierto miedo a las tripas de pollo del día anterior, y porque nos dimos cuenta mientras nos poníamos las medias, que la situación no había sido en absoluto gestada por propia voluntad. Por otro lado, no podíamos, ni queríamos gastar en un almuerzo lujoso. Anyway, perdido por perdido nos entregamos al destino, y un tanto anestesiados nos metimos en el Chrysler de Daphne.

Una vez que llegamos, respiramos y cruzamos la puerta. La primera imagen que registramos fue la de algún que otro choborra escabiando, prendido a la barra, y la fascinación de todo el mundo por tanto extranjero junto con cámara en mano. Nos hicieron sentar y nos empezaron a llenar la mesa de cosas. Se acercó la Madama dueña del lugar y nos increpó por la bebida. Tardamos diez minutos en hacer el recorrido por la carta, sólo por el hecho de estar seguros de elegir lo más barato. Cerramos en birra compartida y esperamos con ansiedad saber qué cuernos nos teníamos qué comer.

No es grashioshooo, no es divertido... nos están empomando...
Mientras la cocina se ponía en marcha, nos entregamos a la contemplación de paredes que estaban cuidadosamente decoradas con interesantes pinturas autorreferenciales de la provincia de Eastern Cape. Las mismas habían sido diseñadas y pintadas por uno de los integrantes del "staff permanente" del bar, quien percibíamos que andaba merodeando a la pesca de alguien que se muestre interesado y empiece a preguntar precios.

La llegada de la comida a la mesa fue espectacular. Había casi de todo, pero por suerte las tripas de cordero o de pollo, faltaban. Gallina, carnes, y salsas picantes... todo adornado con verduras y porotos prolíjamente presentados en cazuelas y previamente cocidos en ollas de "metal típicas Xhosa". En ese mismísimo segundo de abundancia y opulencia gastronómica, el chip se cambió a: “¿Quién va a pagar todo esto?”.

Por lo bajo empezamos a sacar todas las monedas que teníamos en los bolsillos, e hicimos el recuento para entender si por lo menos podíamos pagar la mitad. El número final de efectivo no era tan bajo como pensábamos, pero como siempre todo puede empeorar. Una vez que terminamos de comer y pusieron música, la estafa se empezó a vislumbrar más nítidamente. La terminamos de confirmar cuando a los tres minutos aparecieron todos los empleados vestidos con ropa típica y clavaron música intergaláctica de la zona.

La embestida del mate...
En medio minuto la inocente española que nos acompaña estaba vestida de "payaso" típico Xhosa, con un sinfín de adornos y gorros. No contenta con eso, a los cinco minutos estaba clavando baile en el medio de las pistas. Nosotros sólo sentíamos cómo con cada baile, música, y gente nueva que aparecía a animar, se abultaba la cuenta. Empezamos a hacer chistes entre nosotros y cada tanto salíamos a la puerta a fumar y a reflexionar sobre la situación incómoda en la que nos habíamos metido. Había que tramar alguna estrategia para contrarrestar tanto show pago. Sacamos a la cancha todo el arsenal con el que contábamos: una cámara y mate. ¡Tomá! Ahí tenés algo a cambio, te filmo y te convido mate... eso son 100 rands menos.

Haciendo crecer la farsa...
Saco la cámara y me hago el dolobu...
Pasamos unas dos horas y media metiendo todo la carne al asador. A cada minuto que pasaba se nos agrandaba el cartel de "turistos" en la frente. El concepto no era entendido del todo por "Europa", que seguía sacándose fotos con todo lo que se le ponía al lado y bailaba piezas típicas Xhosa con borrachos y gorditas emocionadas. Abrazo va, abrazo viene, y nosotros ya nos queríamos rajar. El punto de inflexión sucedió cuando se empezaron a repetir las canciones y los borrachos ya nos decían que todos éramos hermanos en este mundo cruel y despechado. "Salí de acá que son las cuatro de la tarde y tenemos que irnos a laburar".

Uno de nuestros valientes tomó coraje y pidió la cuenta, otro de nuestros no tan valientes arriesgó el número antes de verlo y no se equivocó. Había un cinco y dos ceros atrás codificados en moneda local. Quinientos Rands son algo así como 75 dólares. “No gracias... perdón, pero se me va de presupuesto che”. Parte del equipo se arremangó los pantalones para correr y otra parte del equipo se fue al baño a ver si antes de correr saltaba por alguna ventana hacia algún baldío.

¿Cómo nos vamos de acá?...
Desplegamos nuestro cuerpo diplomático, seguido por piquete en las tablas... y a hablar con Daphne para pedir auxilio y una reducción inmediata de tan pretenciosa cuenta. Nervios gigantes, impotencia, y una gran cuota de pelotudez eran lo sentimientos que nos recorrían el cuerpo. Nos recriminamos muchísimo nuestra pasividad, ya que sabiendo que estábamos siendo carne de cañón africano, no tuvimos la fuerza emocional para oponernos a la coyuntura.

Risas de nervios y de cómo salimos de esta. En fin, luego de unas patadas emocionales, caradurez y un gran apoyo de Daphne, conseguimos pagar la mitad. La cosa se resolvió por la vía legal, a través de una especie de diplomacia de la tercera vía. Salimos medio indignados con un pendrive que nos dio la dueña (de ahora en más Gorda Grampeta), para que le pasemos las fotos que habíamos tomado en medio de bailes, escabios, comidas y curtidas varias.

Todo terminó en muy poco tiempo, luego que hicimos el depósito del dinero que no teníamos pensado invertir en comida, ropas de colores y en nuestra última confianza en que ciertas cosas nunca son de onda, y que en tal caso, se dan de otra manera. Más allá de eso, la comida estaba exquisita, la música tremenda, las pinturas preciosas y los borrachos adorables.

Al final prevaleció la amistad...
El aura fue oscurecida sólo por la intención de la dueña de abrocharnos de parados, pero por suerte pudimos salir "airosos" de tan incómoda situación. Nos fuimos lo más rápido que pudimos con una Daphne también algo decepcionada por el intento de timo a esta banda de inocentes blanquitos. De todas maneras la tarde tuvo muchísimo condimento y anecdotario gracias a esto. Algunas fotos reflejan un lindo momento, y conocer borrachos y el populacho del lugar, es siempre un motivo de sonrisas y alegría.

Volvimos a casa con Daphne a prepararnos para una noche muy especial, graciosa y trastornante. Nos vemos en un rato entonces...

Un poco de show para los argentinitos...
East London, primeras impresiones...

East London, primeras impresiones...

East London lluvioso y tanguero...
¡Eastern Cape qué bueno que estás!
Luego de sólo dos horas de sueño adentro de un auto, una caminata por East London bajo una lluvia intermitente e infinita, puede resultar un pasaje a nuevas y muy interesantes experiencias. De por sí la ciudad es muchísimo más relajada que todas las que veníamos atravesando y la raza predominante es en un 90% negra. La vida transcurre en silencio, inclusive en pleno centro, donde la gente pareciera moverse sin apuro. Los espacios son mucho más nítidos, la ciudad se deja ver, y se descubre ante los ojos: prolija, paciente y mesurada .


Steve Biko, prócer  y heroe sudafricano...
Esos edificios burocráticos...
Iglesias, ríos por doquier, barrios que parecen tenebrosos pero no lo son, gente trabajando, gente alcoholizada, y un primer y llamativo sentimiento de sentirse observado por el color de la piel. Es raro, muy raro, y extremadamente raro, que la gente te vea y balbucee cosas en incomprensibles idiomas, seguido por risas provocadas por el hecho de que uno es tan blanquito.

Es difícil entender si se ríen con onda, o te estan propinando un categórico delirio. Anyway, no deja de ser interesante enfrentarse a todo tipo de sentimientos, y tener que actuar en consecuencia como mejor uno pueda... ya sea sonriendo, "gringueando", o escondiendo la mirada atrás de un par de lentes negros. No Claramente no por casualidad sonaba en los audífonos “Negra es mi alma, negro mi corazón”.

Durante la caminata me encontré además con una pequeña universidad, una estación de tren en impecables condiciones, y con una sensación de tener pleno acceso a la vida de East London, como desnuda, así tal cual es. La estación de policía, los pibes yendo al colegio, la gente haciendo las compras. Fue definitivamente un quiebre energético que declaraba que era momento de empezar a intentar comprender más profundamente el país, y sacar a relucir la pasión por hacer lo más provechos posible nuestro viaje.

Cuando di por terminada la caminata, ya era mediodía. Me encontré con la troop y decidimos intentar reencontrarnos con Daphne. Fuimos a tocar el timbre, y a los segundos apareció, reluciendo una tranquilidad que dejaba entrever que nos estaba esperando. Nos acogió con una familiaridad que muy pocas personas son capaces de contagiar. Detrás de ella estaban sus mascotas dando también la bienvenida. Nos sentamos a charlar y nos convidó café y una torta de chocolate que se hace en seis minutos. Un lujo total.

Tenía un compromiso laboral que atender, por lo que arreglamos que al finalizar nos llevaría a dar una vuelta por East London y luego nos mostraría una buena cantidad de material de archivo que guardó durante muchos años de la época en que Sudáfrica vivía bajo el sistema del Apartheid. El material ya se veía listo para ser escarbado sobre la mesa del living. La carpeta negra, ancha y llena de cosas sueltas, era la pequeña cajita de Pandora que estábamos esperando abrir.

Niebla, nubes y playa...
A las cuatro entonces comenzó nuestro periplo por algunos rincones de la ciudad. Con una habilidosa forma de pilotear entre las montañas, Daphne nos fue conduciendo por puntos estratégicamente perfectos para que pudiéramos observar la ciudad desde las mejores perspectivas. Recorrimos el puerto, llegamos hasta el punto de unión del río y el océano, y visitamos distintos sitios históricos. De todas maneras lo mejor quedó para el final cuando desembarcamos en una taberna.

Un lugar muy colorido donde la gente se emborracha día y noche, y donde también se sirven platos típicos Xhosas. Los Xhosas son la población negra de esta parte del país, gente muy cálida y tranquila, que hablan el idioma homónimo, el que creo es casi imposible de aprender o entender. El restaurant estaba comandado por una negra de buen porte y de trato muy amable.

La cueva...
Luego de un rato de charla, nos comprometieron para ir a comer el día siguiente, pero como muestra gratis, nos dieron a probar un poco de gallina, de vegetales, y una tripa de oveja que por dios que fea que es. El momento fue muy grato, pero en nuestras cabezas sonó el timbre que anunciaba peligro del típico anzuelo caza bobos. Algo olía mal en tanta buena onda y definitivamente no era la tripa de oveja.

Una vez que finalizamos el minitour, nos volvimos a la casa de Daphne y nos quedamos charlando un rato sobre el Apartheid, intercambiando fotos, cartas, y algunos testimonios extraídos directamente del corazón de la prisión de Robben´s Island. Luego de ver tanto material tirado y desordenado en la mesa, a nuestro workaholic favorito, Federico Marcello, no le quedó otra que empezar a idear un documental.

"Con todo el material que Daphne nos estaba mostrando, y una cierta cantidad de entrevistas complementarias a lo largo del recorrido, algo bueno podíamos sacar". La idea incentivó muchísimo al grupo, a punto tal de escuchar una pregunta a Daphne que sonó así: “Do you know where does Nelson Mandela live now?”... Un poco pretencioso, pero por un momento nos vimos dándole la mano al personaje más destacado del país, sólo por un minuto lo logramos visualizar, sólo por un minuto.

Juli y ese típico gesto fumón...
En ese momento le propusimos a Daphne hacerle una entrevista bien preparada en los días siguientes, a lo que ella accedió con predisposición y mucho gusto. Nos despedimos, salimos por la puerta energética llena de piedras y cosas para la buena onda y: “chauchas, hasta la mañanita”En sólo cuatro casas de diferencia cerramos el telón, nos sacamos el switch documentalista y entramos en la posada en un plan muchísimo más lúdico. Ahí vimos como nuestra anfitriona Natasha se tomaba el cuarto whisky a la vez que decía: “Just a little one, only for relax”. Lo mejor aún estaba por llegar.

Daphne, Fede y Pablito obnubilados en el bar...
Potjies, cocina típica sudafricana...
La noche transcurrió tranquila. El día coronaba un volver a empezar por el encuentro con algo más real, por el acercamiento a la historia del país, a sus costumbres, a la invitación a comer al pub, y nos terminaba regalando un final para una novela mexicana con una vieja borracha que empezaba a mostrar la hilacha.

En el hostel había diez adolescentes holandeses, un americano algo sordo, pero con audífono, y nosotros que pululábamos entre risas y cansancio, comiendo y terminando un día que resultó particularmente distinto. Bienvenidos al Eastern Cape. En el siguiente post "guarda que te hacen la gran Africanita", y luego, Natasha y familia, nos regalan un cierre a todo trapo. Hasta entonces...
7 ene 2010
East London, arribo y otros menesteres...

East London, arribo y otros menesteres...

Entrando a East London...
No se puede creer que hayamos dejado a nuestro amigo e integrante del equipo a la mañana, recorrido un parque nacional gratis durante la tarde, y finalmente hayamos arribado a las once de la noche a la ciudad de East London, provincia de Eastern Cape, Sudáfrica, African Continent. Tampoco se puede creer lo tarde que significa las once de la noche en este país para cualquier algo que uno tenga que hacer, como por ejemplo, encontrar un lugar para dormir.

Luego de atravesar algunas montañas que se nos interpusieron en el camino, descender por peligrosas laderas hasta el valle en donde se asienta la ciudad, y perdernos por una buena cantidad de minutos, logramos llegar hasta la calle donde se encuentra el "Hostal Niki Nana", un sitio recomendado oportunamente por Daphne en nuestro encuentro en la ciudad de Port Elizabeth, y ubicado a sólo cuatro casas de la suya.

Esas llamativas construcciones...
Esas llamativas construcciones bis...
Para ello tuvimos que recurrir a la más que odiosa, pero a la vez muy necesaria guía Coast to Coast, que muestra un circuito algo limitado, pero que se ajusta a las necesidades de todos los bolsillos, y a la hora de agilizar eventos resulta una buena herramienta. Guía en mano entonces, ventanilla del auto baja, y varias personas respondiendo preguntas que no entienden, es la escena que se tienen que tratar de imaginar. “Do you know where is tal cosa?” y “We are looking for tal otra” están en el top five de preguntas más utilizadas. Las respuestas pueden llegar tanto en inglés entendible, en inglés algo cerrado, en pará que no entiendo, speak slowly, y por último, apartate de mi camino que no me estarías ayudando.

Luego de un rato persiguiéndonos la cola como ratones, finalmente logramos encontrar el hostal al final de una calle que serpenteaba al costado de la rambla. Se veía algo desolada, pero llena de mar a un costado y de hostales para extranjeros en el otro. Para nuestra infinita decepción el hostal estaba lleno. Sólo para abrirnos tardaron unos cinco minutos. De repente apareció una mujer semi dormida con muy buena onda, a decirnos que ni en pedo nos dejaba entrar. Nos pegó un despacho terrible señalando otro hostal que había a media cuadra. Mucha sonrisa, mucho “thanks for your help”, pero por dentro las puteadas se sucedían.

Decidimos en principio acudir a la lección de respirar, y de no apurarnos para encontrar el lugar más apropiado. Recorrimos diez hostales en el lapso de algo así como dos horas. No encontramos absolutamente nada más que un rancho maltratado por noventa rands por persona... precio que no pensábamos pagar nunca más en la vida, motivo por lo que mandamos a tomar por culo a la opción y nos sentamos a pensar nuevas alternativas. El día se había extendido más allá de lo pensado. Veníamos de dormir mal y poco. Llegó el momento de apagar un rato la película y ver qué disparate pasaba después.

En el próximo capítulo damos una vuelta por la ciudad, nos intentan timar como perejiles, y empezamos un documental político. ¡Lo esperamos!...
Caminata y alrededores...
Barrios y tranquilidad...
1 ene 2010
Addo National Park, un santuario elefantino...

Addo National Park, un santuario elefantino...

La máquina... la mole milenaria...
Luego que Blackie One recibió su inevitable cuota de gasolina, partimos excitados y ansiosos, nuevamente tierra adentro, a seguir asombrándonos de los impresionantes paisajes que Sudáfrica tiene para repartir. Hicimos un reacomodamiento de energías para afrontar lo más armoniosamente posible el desafío de emular los veinticinco dólares que cuesta la entrada (por persona) al famoso Addo National Park.

el viaje duró alrededor de una hora. A pesar de la excitación y la buena onda que le poníamos, llegamos bastante cansados y con los ánimos medios trastocados por los últimos días de ajetreo. Miramos la caseta de la entrada, respiramos profundo, seteamos las caras a modo "piedra", y bajamos altivos de nuestro motorizado corcél africano. Ahí íbamos nuevamente, tres caraduras profesionales, y una aprendiz gallega que se sumaba a la búsqueda del mítico sentimiento de no pagar siempre que se pueda.

El primer escollo que encontramos en el camino a la gratuidad, era un hombre de color que no tomaba decisiones de ningún tipo, pero que se maravilló con la historia de nuestro viaje, e inmediatamente abrió la primera tranquera y nos dijo que el "Main Man" estaba en las oficinas de recepción, y que era el único que nos podía autorizar a entrar gratis. Hicimos el acting de la llegada con cámara en mano, filmamos un poquito la entrada al tiempo que nuestro amigo con ansias de fama nos regalaba sonrisas y buenos modales.

Espectáculo aparte...
¿Qué acelga?...
El equipo tomaba fuerzas y sacaba pecho a lo loco. La adrenalina empezaba a enjutar las caras... La confianza aumentaba segundo a segundo. La técnica consistía en hacer uso y abuso de nuestro inentendible idioma... chistes en voz alta, balbucear por las dudas, aunque siempre con rostros serios y señas que no coincidían con las palabras.

Finalmente, y luego de tratar bien a muchas personas, una nos llevó al despacho principal de la recepción donde nos esperaba el más desconfiado de todos los mandamáses que nos tocaron hasta el momento. Totalmente alertado de que se venía el mangazo, nos recibió con gestos prácticamente inmutables. Empezamos entonces con la famosa técnica de la desorientación linguística, con la que logramos que nos escuchen toda la historieta antes de meter bocado. Estábamos los cuatro parados en semi-círculo enfrente del señor de color, que en pocos segundos acusaba un notorio mareo por la invasión de palabras y  de tarjetas de presentación falsas.

Warthogs, campos y rock...
El combate duró algo así como veinte minutos. Recién en el minuto diez metimos cross en el mentón cuando se escuchó un “please” a coro, que muy aniñado y sutíl, le sacó la primer sonrisa a nuestro hombre de piedra y nos abrió el camino hacia una victoria que se vislumbraba por knock out. La presencia femenina como siempre ayudó a suavizar nuestros rostros mutantes y le puso esa cuota de necesaria seriedad al asunto. El Main Man finalmente nos dejó entrar por algunas horas y nos mostró los principales puntos de avistaje. También nos regaló el mapa oficial del parque. Nos puso la condición de que no bajáramos del auto por nada del mundo, y luego de jurar por dios y los santos evangelios que éramos buenas personas, nos dio el permiso especial en una hoja firmada por su puño y letra.


Más allá de la inmensidad...
Un elefante infante refrescándose...
Calladitos y silbando muy bajo, contuvimos una emoción que se destapó cuando nos vimos finalmente solos dentro del auto pasando la última barrera hacia el parque nacional. Los gritos y las sonrisas pillas duraron escasos segundos, ya que a los pocos metros de manejar del otro lado, ya nos habíamos topado en medio de la ruta con una tortuga gigante. “¡Uh! ¡Mira! ¡Uh! ¡Uh! ¡Uh!”, y de ahí al mono, no había casi eslabón perdido. Casi todos los que estábamos adentro de ese auto, representábamos algún aspecto de la involución humana... menos nuestra lady claro está, que como es naturalmente obvio, cagaba a pedos a todos para que nos comportáramos y dejáramos de gritar todo lo que se nos ocurría.

Ahí nomás aparecieron tambiés jabalíes salvajes y una variada gama de animalitos de la familia de los ciervos que nunca habíamos visto. Alucinante, espectacular, salvaje, que sé yo, da lo mismo, un espectáculo sobrenatural. En fin, todo lo que digamos resulta poco. En algún momento llegamos a un pozo de agua, donde nos encontramos por primera vez en nuestras vidas con una familia o una manada de elefantes refrescándose en el agua. Una bomba de ternura derivada de enlaces de trompas, de pequeños bebés gritando a los adultos vaya uno a saber qué... Conmovedor e imponente a la vez. Los elefantes iban apareciendo como si fuera un boliche, unos entraban, otros se iban, otros se besaban, otros sondeaban qué onda.

Cara de pipa...
La imagen más impactante que retengo es la de un macho que empezó a caminar directamente hasta nuestro auto, al que casi pudimos tocar de lo cerca que estaba. Se podía apreciar la textura de la piel a centímetros, y asistir al espectáculo de los movimientos corporales que esta tremenda maquinaria ancestral realiza al caminar. Pudimos observar como el uso de la trompa es tan ágil como el de una mano, y algún otro gran detalle, que sepulta de una vez y para siempre, la fama malganada de los burros en o que a sexo se refiere.

El recorrido se extendió aproximadamente dos horas y media. La tarde la terminamos comiendo alguna lata de algo en una de las mesitas de la entrada, justo enfrente de una hermosa pajarera inundada de una gran y llamativa variedad de campeones alados. Una tarde que se puede adjetivar de realmente espectacular... llena de vida salvaje y caradurismo, llena de vida y de rock, memorable en el tiempo, o hasta salida de un sueño. La guardamos entre algodones y nos entregamos nuevamente a una agenda que nos obligaba a continuar viaje hacia East London. Lo que se viene en el siguiente post entonces, es un primer intento por no pagar más lugares para dormir.


Textura de piel de elefante...
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