7 jun 2010

Lilongwe, mucho voluntariado, mercados y tarjetas de crédito...


Lilongwe céntrico...
Otra vez habíamos logrado salir de algún pueblo en la caja de una camioneta. El motor se le paraba cada dos por tres y cada tanto había que ayudar a empujar porque la batería (como en casi todos los autos que se ven en Malawi) ya no funcionaba. Luego de varias banquinas y algunas paradas, hicimos un trasbordo en un pueblo llamado Salima, sitio que atravesamos por cuarta o quinta vez en Malawi, ya que es el punto de conexión y partida para casi cualquier parte del país a la que se intente llegar. Todos los tipos de transporte obligadamente pasan por Salima.

Desembarcamos en la famosa capital de Malawi en la terminal de buses más precaria, sucia y anárquica que vimos en nuestras vidas. Parecía mucho más un baldío, que un lugar para recibir pasajeros. El predio está básicamente inundado por vendedores ambulantes, personas que se pelean para converte de subir a sus buses, gente a los gritos como si alguna catástrofe estuviera a punto de suceder, y una cantidad ridícula de tacheros, que perdí la cuenta de cuánto tiempo, y cuántas veces, nos persiguieron para llevarnos hacia algún lado. 

Uno, posiblemente el más gracioso de todos, al vernos sentados con los bolsos en un rincón, se acercó y nos literalmente nos pidió que "como favor" usáramos su servicio. No le importaba que no supiéramos adónde queríamos ir, ni que no lo necesitáramos, sólo quería que "como favor" diéramos una vuelta. No sabíamos si reír o llorar, si pegarle o palmearle la espalda. Vacío legal absoluto.

La estación central de buses de Lilongwe...
En fin... agarramos nuestras mochilas y decidimos que cuanto antes saliéramos del antro mejor para todos, y así, a los machetazos y a los preguntazos, nos fuimos abriendo paso hacia alguna campiña barata a la menor distancia posible. Las mochilas se vuelven más pesadas luego de un par de días de viaje, y la relación es directamente proporcional, mientras la reacción en cadena: más viaje, más cansancio... más cansancio, más malhumor... más malhumor, peor se hacen las cosas. Así fue que no escuchábamos las respuestas de lo que preguntábamos, y así fue como demoramos un buen rato en encontrar el lugar que finalmente solventaría nuestras necesidades más básicas de supervivencia dentro de la pintoresca y muy poco iluminada Lilongwe.

Luego de merodear tímidamente algunos hostalitos, nos terminamos decidiendo por Mabuya Camp, un sitio donde se amontonan y duermen la mayoría de los famosos “voluntarios”, que a esta altura ya reconfirmamos sobradamente que son una excusa mayormente europea para venir a África a emborracharse y tratar de ponerla, lo que me parece perfecto, pero que es mucho más fácil y menos careta hacerlo sin voluntariado.

En suma: el voluntariado me cae horrible, precario, indigno... por lo menos este tipo de voluntariado. En su mayoría son nenes, a quienes los padres mandan a "conocer el mundo", y llegan con ideas inmaduras (si es que tienen alguna), o creyendo que son la madre Teresa de Calcuta (Dios, si es que existe, la tenga en su santa gloria) ayudando a los que no son tan "afortunados" como ellos. Uno más pajarito que el otro. Deberían cerrar todos y cada uno de estos programas y dejar a África en paz, que por lo menos en esta parte no tendrá riqueza, pero mantiene una integridad absolutamente más natural e íntegra (valga la redundancia) que muchos lugares primer mundistas.

Mate, café, mate... de comida nada...
En fin, luego de mi descarga, relato la nota de color. En Lilongwe hay un supermercado. Para desmayarse... Un supermercado grande, con muchas cosas para comer y hasta tiene tarjeta de crédito. Creo que cuando lo vi, agradecí, recé y prometí cosas que nunca hice a seres que no existen.

Ante la falta de efectivo que acarreamos por la parte sur del continente, un lugar con tarjeta de crédito significaba dejar de ser vegetarianos al menos por uno o dos días. ¡Faaaaa... que tremendo! No saben el pedazo de falda que nos compramos y con el amor que la deglutimos. Tuvimos la mala suerte que unos chorizos que ya estaban casi listos, nos los arrebate un perro que estuvo a punto de morir incinerado lenta y dolorosamente.

Perro y la reputa madre que te parió. No lo podíamos creer... veníamos defendiéndonos de todo tipo de personas... villanos, timadores y calañas por el estilo, y nos damos vuelta treinta segundos y el que nos empoma es un perro. Tremendo... No lo maté y lo tiré a la parrilla por genio, y porque luego del arrebato ni se inmutó y se quedo sentado al lado para ver si nos podía chorear algo más. Mucho más inteligente que los voluntarios.

Los chorizos que nunca comimos...
Y bue, luego de algunos días y recorridas diurnas comiendo maní y tratando de entender la configuración de la ciudad, recibimos un mensaje de nuestras amigas Filippa y Charlotte, contándonos que coincidíamos nuevamente en espacio y tiempo, hecho que motivó una pronta y nueva juntada, ya que Filippa estaba a punto de volver a Suecia y la queríamos despedir.

Nos encontramos un par de noches durante las que visitamos diferentes antros, tales como el casino, un par de clubs nocturnos y algún que otro bar de mala muerte. Nos cocinaron un curry que estaba bastante más que bueno y nos tomamos algunos trolis de vino. Se vió gente guacareando mal. Todo jamón. Charlotte decidió que seguía el viaje con nosotros por Zambia, Zimbabwe y Botswana. Donde duermen dos, duermen tres.

En el hostal de las pibas after curry...
El famoso curry de lentejas...
Con Charlotte en algún antro de perdición...
Lilongwe es una ciudad linda, pero no tiene mucho para destacar. Forma parte más de las estructuras repetidas que tiene para ofrecer una capital: centros comerciales, vida nocturna, autos, tránsito, días más ajustados y acelerados, y algunos edificios y mezquitas para admirar. Nosotros nos dedicamos a tarjetear carne y a meterla en la parrilla, y alguna mañana decidimos que Malawi estaba agotado hasta nuevo aviso, y que era hora de espabilar. Pusimos primera hacia el este y apuntamos hacia Chipata, la frontera con Zambia... buscando ese bello sentimiento de un poco más de rock al amanecer. ¡Arrivederchi!...

Maniceros y otros al costado de la calle...
Una postal del mercado de Lilongwe...

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