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19 oct 2010
Moshi, contrastes del turismo millonario y sus consecuencias...

Moshi, contrastes del turismo millonario y sus consecuencias...

Vista del Kilimanjaro desde la ciudad de Moshi...
Luego de cerrar uno de los capítulos más lindos del viaje, y de vernos atrapados en un par de aventuras con un gay musulmán millonario que nos quería dar carne por popa a cambio de pagarnos hoteles y desayunos extravagantes, esta nueva banda compuesta por dos argentinos y un español, decidió abandonar Dar Es Salaam antes de que nos vengan a buscar extremistas islámicos y nos hagan un buraco en el ojete.

Así fue que entre pitos, flautas y demás elementos fálicos no satisfechos, arrancamos rápidamente hacia la siguiente ciudad que nos albergaría: Moshi. Uno de los epicentros turísticos del país, la base para escalar el Kilamanjaro, para visitar algunos de los parques nacionales más famosos y costosos de África (Ngorongoro, Serengeti, Manyara, Tarangyre, etc) y sede de una larga rabia e impotencia grupal que duraría aproximadamente diez días.

Pero la historia empieza bien, con una llegada de lujo en horas nocturnas, luego de un extenso día de viaje que no presentó inconvenientes comentables (de no creer), y que nos depositó en un pueblo que a buenas y primeras se veía tranquilo y ameno.  Por menos de los cuesta un rico chocolate, nos encontramos casi instantáneamente instalados dentro de un sucucho de mala muerte, agradeciendo a uno de esos locos que te guían "de onda" por los recovecos de la ciudad. Solo restó irnos a descansar para clarificar los estados de ánimo para la mañana siguiente.

Los que no pueden faltar...
Por desgracia, a la mañana siguiente Moshi empezó a mostrar una de sus peores facetas, que lamentablemente nos acompañaría durante toda la estadía, y cuyos protagonistas son todos y cada uno de los insoportables que te quieren vender toures y no te dejan poner un pie fuera del hostal... y que no te paran de atosigar, que no tienen fondo... Si no es un tour, es marihuana, sino una remera, sino una pintura, sino un curso de manejo, sino una chica, o una puta... qué se yo.

Cada una de las personas que se acercan a saludar repiten el famoso "Mambo" con una sonrisa falsamente incrustada, dejando entrever colmillos chupasangre, imagen que se repite constantemente durante los primeros días, CONSTANTEMENTE, y sí señores, hasta en los lugares mas insólitos... si me pongo a recordar me ofrecieron toures hasta meando en el baño más sucio.

De tour por alguna jungla bananera...
Pero a pesar de esto, y sabiendo que los precios de los toures se pagan como promedio 150 dólares por día, decidimos alinearnos con Moshi y sus habitantes bajo el lema: "si no puedes con ellos, úneteles..." e hicimos un arreglo con la empresa de turismo que se encuentra dentro del hostal, para que nos diera comisiones y un minitour gratis a la base del Kilimanjaro, a cambio de llevarles turistas y gente que estuviera interesada en pequeñas aventuras animadas de ayer y de hoy. Sí, actitud tortilla, panqueque... todo lo nos imaginemos vuelta y vuelta...

Logramos juntar rápidamente un grupo de ocho alemanas y le vendimos un tour de cuatro días a dos israelitas, por lo que en cuestión de dos horas ganamos algunos buenos dólares y el viajecito gratis al pueblito. Esto fue lo mejor que nos pasó en los dos primeros días de la estadía en el fantasmagórico pueblo y una de las peores vendidas del alma al diablo del viaje. No estuvo tan mal... logramos mantener los modos y la amabilidad intactos.

Pasado el momento de gloria, el diablo metió un poco más la cola y todo fue en declive sin remedio. Comenzó con un robo perpetuado por una gorda mala que sustrajo nuestra preciada cámara de fotos (en léxico policial) directamente dentro de nuestra habitación, y se dio a la fuga de la forma más impune, por la puerta principal del hotel y frente a las narices de todos los empleados. Todo en un lapso no mayor a quince minutos... "pasame las criollitas..."

A partir de esto nos chocamos contra las miserias más grandes de Tanzania, las que se pueden enumerar sin repetir y sin soplar de la siguiente manera: despreocupación, falta de solidaridad, inoperancia policial, fuerte ignorancia, fea inocencia, y un sinfín de gente de mierda y con mala voluntad que no supo dar una sola respuesta de porqué alguien desde dentro del hotel, puede abrir una puerta cerrada con llave, entrar, hurgar y salir como pancho por su casa.

Juancito en medio del paraíso tanzano...
Para gritar cartón lleno, tuvimos un intercado con otro policía, quien le quiso "plantar" marihuana a parte del grupo para pedir algo de plata a cambio... una especie de pasaje directo a la inocencia, miseria e ignorancia de la policia directamente a los ojos. En fin, la cámara igual se fue, y con ella, la posibilidad de terminar exitosamente una parte de las cosas que teníamos como objetivo durante el viaje...

No sin una gran y profunda pena, que sumada a la partida de parte del grupo, dejaron devastados los ánimos y muy desesperanzada por algunos días a nuestra beligerante psiquis. Así fue que pasamos algunas jornadas casi sin hablar, tragando saliva y bronca, esperando algún milagro que en lo más interno de nuestros corazones, sabíamos que nunca iba a llegar...

Esperando el milagro...
Más allá de todo esto, y justo en el medio de este sentimiento desconsolado, nuestros días pasaron frente a un colorido mercado de frutas y verduras, intentando vender algun tour para sacar alguna cometa, y conociendo a gente como Jimmy Carter, el negro vende tour más inteligente de todos, que fue el único que supo darnos un buen trato y descolgarnos algunas sonrisas.

Conocimos un grupo de israelitas muy buena onda, compartimos algunas tardes de café con Imannuel (un alemán que estaba desarrollando un proyecto hospitalario en la zona), y conocimos el hospital público en busca de pastillas para la malaria. Pasamos algunas de nuestras noches aparcados en la puerta de un lugar llamado "La Liga", que funciona como centro de entretenimiento nocturno para Mzungus (blancos) y algunos otros personajes de la zona. Tomamos algunas cervezas en un boliche lleno de extranjeras que buscaban pitos negros, y lleno de negros que buscaban blancas que se los lleven a vivir a otro país.

En caída libre...
Un policía nos invitó a fumar unos porritos y nos terminó contando las "jugadas" de guita que le hacían a los extranjeros. Se reía medio del todo con bastante impunidad, agregándole la cuota de bizarrez faltante a la situación. El tipo parecía tener muy buen corazón para ser policía, y muy mala educación por el mismo motivo. De tan maltratados que estaban los ánimos, no podíamos ni abandonar la ciudad. Los días se iban en gran parte leyendo, tomando café gratis en la recepción, y charlando con la más variada galería de caras y personajes...

Alemanas y cataratas para apalear la mala onda...
Fueron los peores días del viaje sin lugar a dudas y se puede decir a grandes rasgos que Moshi vive del turismo, que los contrastes que se producen entre el que paga 1000 dólares para escalar el Kilimanjaro, o 150 dólares por un día de tour, con los tanzanos que van en busca de las migajas que se caen por el camino, son una de las cosas que más nos revolvieron las tripas en África.

Todo ese contraste destapa y desnuda tanto el desinterés y la falta de comprensión de los turistas que se acercan hasta aquí, como así también el usufructo, la falta de conciencia y de solidaridad, la ignorancia, la necesidad y la miseria a la que se ve sometida una ciudad que día a día lidia con estándares de vida que jamás va a poder alcanzar. Así se desnudó este pequeño pueblo de Tanzania y así lo tenemos que recordar: con pena, con bronca y con el dolor de ser ese lugar que nunca queremos volver a pisar.

Una vez que el humor soltó la pena de la pérdida de la cámara y los ánimos se empezaron a equilibrar, decidimos exiliarnos a un pueblo más chiquito llamado Karatu, inserto directamente en el corazón de los parques nacionales, para ver si de alguna manera bien barata lográbamos conocer alguno. La aventura sigue... esperamos que los ánimos averiados de a poco se terminen de arreglar. Hasta la próxima...

Al agua patooo...
Los alrededores de Moshi...
12 oct 2010
Zanzibar, ese paraíso natural en el que germinan algunas despedidas...

Zanzibar, ese paraíso natural en el que germinan algunas despedidas...

Azul, turquesa, celeste...
Luego de muchísimas olas, mucho movimiento marino, y algunas pequeñas aventuras piratas, arribamos al puerto de una de las islas mas paradisíacas y turísticas del mundo: la renombrada y recontra musulmana Zanzíbar, antigua capital de Omán y tierra que albergaría nuestros maltratados cuerpecitos viajeros en la última etapa de este hermoso cuarteto argento-hispa-sudafricano antes de su inevitable disolución.

El arribo sucedió a eso de las dos de la mañana, motivo por el que tuvimos que esperar sentados durante cuatro horas a que abriera el puesto de migraciones, ya que para entrar a este énclave turístico es necesario meterle un sellito al pasaporte... como si directamente fuera otro país.

Rancheando en la puerta de un hotel en la calle principal, entre algunos chistes pasados de cansancio, y espantando a todos y cada uno de los que se acercaban para pedirnos algo, esperamos muy pacientemente a los policías selladores, y a que los medios de transportes empezaran a funcionar y a trasladar gente de un lado para otro.

¿Qué es esto? ¿Dónde estoy?...
El cieguito volador y la banda...
¿Quién es ese? ¿De dónde vino?...
Para situarlos: Zanzíbar es una isla de alrededor de cuarenta kilómetros de longitud. Por ello, la primera decisión que se debe tomar es en qué lugar de la isla uno quiere hospedarse... descartando así, otro montón de lugares que uno no va a conocer. Lo que inevitablemente uno va a conocer y recorrer es su epicentro turístico y comercial, una zona de la isla que se conoce como "Stone Town", y que ostenta la mayor parte de las maravillas arquitectónicas y la totalidad de legados culturales, principalmente provenientes del mundo árabe-musulmán.

¿Para acá?, ¿Para allá?, ¿Para dónde?...
Construcciones místicas...
Nos terminamos decidiendo por aparcar en el norte de la isla, en un lugar muy prometedor en términos de costos y famoso por sus playas, llamado Nungwi. La ilusión del grupo estaba depositada en encontrar un baratísimo hostal frente al mar para disfrutar al máximo de los seis días que nos separaban aún de un triste y desconsolador final.

Así fue que nos dirigimos hacia el minibus, y luego de una hora de viaje, llegamos a destino. Hicimos una pequeña recorrida hotelera, y en un lapso no mayor a otra hora, nuestro deseo se había hecho realidad, y por un precio muchísimo más que módico, logramos introducir nuestros bártulos en el inolvidable "Rasta Boat", exactamente al frente del mar, provisto de todo lo que la banda venía necesitando y reclamando para descansar.


Rasta Boat...
Hipponeado...
De aquí en más se puede decir que la isla es una auténtica joya incrustada en el medio del mar, un extraordinario lugar inundado de arrecifes de coral, paisajes insuperables, postales, comida, hotelería, y todo lo que en términos de lujo y belleza natural alguien se atreva a imaginar. En contraposición a todo esto, también hay que decir que el turismo masivo (principalmente europeo), ha desvirtuado bastante la vida y el medio ambiente. Además, no se puede hacer un paso sin que aparezca alguien a romperte soberanamente las pelotas para venderte algo... sin cortes, ni quebradas, pero con muchos "enseguida volvemos".


Infinitos productos de la más variadas calidades... o directamente cualquier objeto que alguien posea por algún concepto, se convierte en material de venta. Te pueden ofrecer desde un caracol hasta la remera de Tanzania, desde un paquete de especias hasta un coco medio podrido, artesanías Massai o gorros musulmanes, y además, te los ofrecen en todos los idiomas y te persiguen como si fueran agentes de la CIA en busca de información confidencial. Son el horror del caminante y un atentado a la paz y la tranquilidad de la vida en general.

Mirá, mirá que están sacando una foto...
Juancito con un Massai...
Los ostentosos resorts y hoteles, que literalmente enturbian la visual, son los principales germinadores de la más variada cantidad de estos especímenes, los que se pasan el día intentando rescatar algun dólar o euro de las carteras de cada extranjero que ose mostrar su blanco cuerpecito en las inmediaciones. Esto hace que la isla se torne muy molesta a la hora de pasear, por lo que lo mejor y más recomendable es quedarse dentro del mar, comprar algún pescado fresco, unas birras si da el presupuesto y tumbarse debajo de alguna amable palmera a fumar.

Vico y Mati...
Un rasta rubio pensando cómo seguir perdiendo el tiempo...
Inolvidable atardecer...
Por mi parte, y para ser franco y sincero, debo decir que toda la estadía en Zanzibar tuvo un dejo semi amargo, ya que me la pasé haciendo fuerza para no entristecerme por la partida de nuestro rubio querubín, Víctor Martín Torres, y de nuestra genia sudafricana, Rachel Mary Baasch. Cada día que pasaba, mientras se acercaba un poco más el momento, los sentimientos se me hacían más pesados y difíciles de cargar, anhelando alguna máquina eternizadora de momentos...

Y en ese sentir y negación a que las cosas terminen, sentía un reloj infrenable de arena tic-tackeando en mi interior, y cada uno de los granitos que caían iban tapando lo vivido y lo llenaban de desaparición, de lejanía, y desolación... Y las imágenes del paso del tiempo, las risas en cámara lenta, el viento suave bajo una luna de fuego, avivaba los recuerdos incenciando el corazón... Y los dientes apretados conteniendo la alegría, que no llegaba a ser pura, que se escondía detrás de las pupilas que mostraban la cruel dulzura del dolor... y lloraban.... Y tengo que citar entonces: "las despedidas son esos dolores dulces...".

Fotografumando...
Mucho color, mucha comida, mucho mercado...
Mas allá de todo este quilombito emocional, durante los seis alucinantes e interminables días que pasamos dentro de la isla, hicimos de todo lo que pudimos: cocinamos rico, caminamos mucho, nos metimos a una de las aguas más turquesas del planeta, fuimos de excursión a "Stone Town", le robamos internet a los hoteles cinco estrellas, recorrimos el pequeño pueblito de Nungwi unas dos mil veces, comimos coco helado, fumamos, perepepeamos y le pegamos un par de veces al fulbo.

Conocimos un australiano super idiota que venía en combo con una novia un poco más idiota que él, conocimos a Mati, uno de los argentos mas divinos que nos cruzamos fuera del país, al que aprovechamos y le mandamos un gigantobeso; nos peleamos con los dueños del lugar, conocimos el bar más nefasto que se pueda encontrar en un lugar turístico, vimos muchos italianos, dijimos que no a todo y logramos escapar de la isla sin comprar nada. Comimos muchos dátiles, nos asombramos del Ramadán y de la gente que lee el Corán, y millones de otras aventuras que no me quiero seguir acordando.


"Pero en serio... te lo juro... creeme..."
Al agua piragua...
Puerto de lejos...
Por último, para volver hacia Dar Es Salaam a que los chicos aborden los vuelos que los devuelvan a sus respectivos hogares, hicimos una jugada bastante linda. Preguntando y buscando alternativas para nuevamente no pagar, conocimos al gran Saidi Mbuzu, dueño de algunos barcos y magnate millonario de la zona, quien se conmovió con algunas historias que le contamos, y nos hizo precio Tanzano en el ticket, y nos mandó a Dar es Salaam, en uno de sus barcos, pero esta vez en primera clase. Otro gol de media cancha... y muchas gracias Saidi, y muchas gracias también para esa alma desinteresada que mucho más que solidaria nos lo presentó.

Aún nos quedaba un día en Dar Es Salaam. Por momentos sentía que lo que caminaba por las calles, eran los restos de mi cuerpo acarreando la pena que me tocaba afrontar. Así se hicieron las tres de la mañana y la despedida fue horrible, como todas para mí... Una explosión-implosión de sentimientos totalmente desestabilizadora y poco conocida, o quizás de mucho mayor intensidad que las normales. Por suerte encontré a un manosanta taxista que me llevó de vuelta hacia la ciudad, que mientras me relataba una historia de una partida mucho más triste, se prendió un porro y me invitó a fumar. Una especie de ángel que le devolvió el color a la vida.


Los botes casa...
Apenas entré en la habitacion vacía volví a llorar, pero esta vez con un poco más de alegría, porque mientras se me caían las lágrimas entendía que los sentimientos que la vida nos está regalando son gran parte de las joyas de este viaje que decidimos realizar. Mañana como siempre sería otro día y de alguna u otra manera todo volvería a comenzar. Fin de una etapa... muerte y resurrección. Seguimos brindando y empinando a la salud, esperando que nos sigan viniendo a visitar. Un beso para todos y hasta la próxima...

Una típica tanzana...
10 oct 2010
Zanzibar, la clandestinidad al palo hacia una isla espectacular...

Zanzibar, la clandestinidad al palo hacia una isla espectacular...

Esperando zarpar a Zanzíbar...
Llegar hasta la isla de Zanzíbar puede ser un mero trámite o una aventura que uno siempre guardará en el corazón. La primera de las opciones cuesta entre 20 y 35 dólares (por tramo) en cualquiera de los catamaranes que insistentemente ofrecen miles de comisionistas que andan repartidos en las calles, intentando "raptar" a los turistas y meterlos dentro de alguna de las empresas que ofrecen el servicio. La segunda cuesta un poco más de vida, decisión y tiempo, pero la retribución es pura satisfacción, más el ahorro de al menos 100 dólares, que más tarde pueden utilizarse en lo que carajos a uno se le antoje... o simplemente guardarlos en la caja del rata permanente.

Digo el ahorro de al menos 100 dólares, porque para esta etapa, y por lo menos por algún tiempo, se ha anexado al viaje un español, oriundo de Canarias, que conocimos en el baño del YWCA (no piensen mal), y que por esas cosas de los viajes y la buena onda, fue anexado desde el primer momento como una parte más del alocado grupo continental. Juan lleva tres años fuera de su casa trabajando en distintos países, y se acercó hasta el continente con muchas aventuras lindas para compartir. Presentado formalmente, nos damos la habilitación para proseguir.

Juan y Vico en el bar del YWCA...
Tanzania se muestra como el país más turístico luego de Sudáfrica. Por esta razón y porque el contraste económico que hay entre los tanzanos y los turistas es muy grande, existe la política de precios diferenciados para una gran cantidad de actividades y servicios. Por este motivo también, los circuitos en los que el turista se puede mover son muy limitados y cuidados con muchísimo recelo.

Hay actividades que se cobran exclusivamente en dólares, y demás está decir que la diferencia entre el costo para tanzanos y extranjeros sobrepasa los límites de la ridiculez. A modo de ejemplo: el costo del viaje a Zanzíbar para un tanzano es de tres dólares, cosa que además uno sólo se entera si pregunta a un millón de personas y se tiene la suerte de una respuesta cómplice; para el turista es de 20 a 35 dólares.

A su vez, a Tanzania no le interesa la visita de turistas sin un peso como es nuestro caso. Sigue la linea de pensamiento de las personas que razonan: "si no tengo dinero no viajo", y en cierta forma, prefiere que te vayas. Pero esta troop no reniega de los desafíos y de las condiciones que le imponen, y tampoco es tan fácil echarla. Más bien se estimula y se dedica a buscar alternativas, y en esa búsqueda feroz, es donde llegan las mejores aventuras. Es por ello entonces que: gracias Tanzania por tu inflexible rigidez.

Camuflados adentro del barco...
Todo empezó con la idea de: "¿Y si vamos en un barco pesquero... mercante?... algo debe haber..." y así fue que encontramos nuestro primer escollo en el camino, un tanzano ladri que nos presentó a un enano que decía ser marinero, que además decía tener un barco, y que además rumoreaba que por la mañana saldría hacia la paradisíaca isla. Decidimos darle una chance porque había bajado el costo a diez dólares por persona, lo que multiplicado por cinco, nos daba cincuenta, o sea, un montón de guita ahorrada, o sea, ¿qué mas da?.

Llegamos al encuentro exactamente en la hora convenida, previa movida turbia en el hotel y previo paso por el mercado para comprar algo de comida para el viaje. Como era presumible, nuestro parlanchín tanzano no se decidía a aparecer. Cuando estábamos a punto de tirar la toalla y matar las esperanzas, se lo vió renacer desde las tinieblas en la esquina pactada, alegando una serie de historias que involucraban policías, guardia marina, permisos para pasar y un capitán que no quería recibirnos en el barco.

En el puerto...
Luego de una visita a la guardia costera, una discusión con algún que otro seguridad, y alguna que otra autoridad, nuestro querubín hijo de la pavada desapareció corriendo cuando lo amenazaron con que lo iban a meter en cana. Así fue que de segundo al otro nos quedamos sin barco, sin lugar para dormir, y por el momento, sin isla. Pero como no hay mal que por bien no venga, entre las discusiones y charlas con las diferentes autoridades, logramos averiguar el costo para tanzanos en los buques mercantes.

Con ese pequeño tesoro entre manos decidimos comer algo en lo de un hindú buena onda, y tirarnos a descansar, y esperar durante el amanecer, la aparición del famoso barco mercante en cuestión. (Un agradecimiento especial para los dos seguridad que nos dejaron guardar los bolsos en el lugar con más mosquitos del mundo y nos dieron un espacio para tirarnos un ratito a descansar).

Acomodando la mercadería...
El hombre de la bolsa...
Desayuno y fuerte cansancio de por medio, salimos hacia el puerto con el primer atisbo de sol y nuestra pequeña esperanza de conseguir el viaje por los tres dólares correspondientes. En el puerto encontramos de todo: gente buena onda, seguridades que cambiaban los argumentos cada diez segundos, gente muy mala onda, fiscalizadores de turistas, gente que pedía algo y vendedores de boletos que decían no tener boletos. Todos alrededor nuestro, fraguando datos, mintiendo, validando, pero todos colaborando fuertemente al enloquecimiento y desmoralización grupal.

En fin... hay momentos en la vida de una persona, o de un grupo de personas, que solamente se definen por la convicción y las ganas de lograr un objetivo, y este fue uno de los ejemplos modelo de esos casos. Cuando las esperanzas se empezaban a perder, cuando ya todo el mundo revoloteaba alrededor, cuando la confusión y el caos en la información gritaban contradicciones a los cuatro vientos, las cinco personas que estabamos ahí sentadas decidimos pararnos y simplemente pasar.

Nos miramos a los ojos, y con la premisa de caminar y no dar un sólo paso atrás, pasamos a través de todos y cada uno sin siquiera mirarlos, como no reconociendo sus existencias; y aunque algunos nos gritaban y otros preguntaban cosas, íbamos decididos a no escuchar. Como por arte de magia entonces, y con la ayuda de un poco de pelotas y de voluntad, en no más de cinco minutos nos encontramos con nuestras humanindad dentro del bendito barco, jsutito en medio de un montón de tanzanos que nos miraban muy sorprendidos, pero muy cálidamente... sin objetar.

Navegación nocturna...
Lo más gracioso del evento fue que a último momento nos vinieron a cobrar, pero entre la confusión de la partida del barco, y una serie de malentendidos que jugaron a nuestro favor, terminamos haciendo el viaje gratis. el cansancio acumulado, la noche sin dormir y la cierta mala sangre que nos habíamos hecho hasta llegar hasta aquí, se compensaron con la satisfacción de haber logrado un objetivo más. No sé si tenemos muchos registros del barco, pero lo que sí se, es que en este caso, las fotos no son necesarias. Es uno de esos eventos que aunque quisiéramos, nunca nos vamos a poder olvidar. Gracias por leer. Un abrazo para todos...

La costa de la paradisíaca Zanzíbar...
Un poco más de lo mismo...
Un poco de los medios de transporte tanzanos... 
Las Dalha-Dalha (Minivans) y los Piqui-Piqui (Motocicletas)...
8 oct 2010
Dar es Salaam, su multiculturalidad y el nunca bien ponderado YWCA...

Dar es Salaam, su multiculturalidad y el nunca bien ponderado YWCA...

Dar es Salaam...
Apenas vimos que empezaron a rebalsar las cloacas de Mtwara, pero con la troop repuesta espiritualmente, partimos hacia una nueva aventura. Pusimos primera hacia el norte, en busca de Dar es Salaam, la ciudad más grande y más quilombera de todo TanzaniaComo todavía había peligro inminente de pérdidas gastro-intestinales, decidimos que lo mejor era abordar un transporte con servicio puerta a puerta, para ahorrarnos los por mayores de hacer dedo, y el desgaste físico que representan las quinientas horas de viaje por rutas cachivache.


El nunca bien ponderado YMCA...
Edificio musulmano...
Debemos decir que no por el hecho de pagar un bus de mala muerte, las cosas son más fáciles en este todavía indescifrable continente. Tuvimos que pelearnos mucho con el pelafustán que nos acomodó los bolsos, aguantar los embates de los pozos sin amortiguadores, la incomodida de los asientos (más para personas largar y flacas como yo), una ruta rota en varios tramos, saltos y más saltos; un calor agobiante que resalta y remarca constantemente los olores agrios a chivo, pedos que circundan el ambiente, y un tránsito en la entrada a la ciudad que, cuando ya estábamos dando el viaje por finalizado, nos demoró dos horas más a paso de hombre. Las nueve horas estimadas de viaje, se transformaron en catorce.

Cuando estábamos entrando a Dar es Salaam en mi cabeza revoloteaba la frase de una canción de la película Habana Blues: "Hoy miro a través de ti... las calles de mi Habana... tu tristeza y tu dolor, reflejan sus fachadas", y como muchas veces pasa, las cosas que estamos pensando, escuchando o leyendo, son absolutamente aplicables a lo que estamos viviendo; y aunque Dar es Salaam no tiene una sola cosa parecida a la Habana, la canción me pareció acertada para describir la primera impresión. Nobleza obliga a hacer una salvedad: la gente no parecía estar para triste... al que le daba tristeza lo que estaba viendo era a mí.

Rusticidad y centro...
La eterna fritanga al paso...
El barrio de los picapiedras es Recoleta al lado de los suburbios de Dar es Salaam. No había una sola casa derecha, o lo suficientemente grande para albergar a más de media persona. El hacinamiento y la superpoblacion que observaba por la ventana del bus era impactante; a pesar de eso, el movimiento y la actividad ya cayendo la noche, era intensísimo y hasta desmesurado. No había comercio que estuviera cerrado. La gente intercambiaba de todo un poco, y se movía con una llamativa animosidad por las deterioradas y anárquicas calles de barro de los suburbios. Una ciudad que parecía respetar su condición, su naturaleza y su existencia, más allá de cualquier narrativa o visión negativa.
Hinduismo...
Cuando logramos salir de la estación de bus, encaramos hacia el YWCA, el más barato, y por ello, el más famoso hostal del centro de Dar es Salaam. Lamentablemente al llegar no había nadie que nos pudiera recibir. Un señor de seguridad nos sugirió de manera muy amable, pero a la vez muy rígida, que regresáramos al día siguiente.

en el coche de un taxista que no entendía adónde queríamos ir, cosa más que lógica, ya que nosotros tampoco sabíamos, emprendimos una recorrida hotelera que vio éxito luego de casi una hora, gracias a la ayuda desinteresada de un local que nos indicó y casi consiguió diría yo, lo más barato que había disponible en aquellas horas nocturnas. Hay que remarcar y resaltar la buena onda del tachero que no nos cobró casi nada.

En fin... pasó la noche, y al otro día logramos instalarnos en el famoso YWCA. ¿Pensión?, ¿hotel?, ¿hospital?, ¿lugar?, absolutamente llamativo. Caminando por sus pasillos empezamos a reaccionar de la mezcla racial, cultural y religiosa que se fusionan en Dar es Salaam. Musulmanes, católicos, blancos, negros, hindúes, chinos, y gente del todo el mundo, se dan cita dentro y en los alrededores de este ¿palacio?, ¿cárcel? ¿monoblock?... multicultural.

Cruzando a la ciudad...
Del otro lado...
Los corredores que serpentean por sus tres pisos y entre las habitaciones son tantos y tan largos que te dan tiempo de cruzarte a los más disímiles personajes y crear alrededor de ellos las más locas aventuras. Fumar porro hace más recomendable y divertida la experiencia. Una especie de mini ciudad en el centro de la gran ciudad, que funcionó como base de operaciones para realizar el tramiterío correspondiente a la vuelta al hogar de dos de los integrantes de la troop, y solventar una serie de problemas burocráticos y electrónicos que veníamos acarreando desde que se nos quemaron los enchufes de los equipos en Pangane.

Primera vez que esta troop asistía y atestiguaba una mezcla arquitectónica y racial tan variada e interesante. Una exacta proporción de musulmanes y católicos, así como hindúes y negros conviviendo armónicamente, conversando, comerciando y reluciendo toda su carga cultural por las calles de esta laberíntica y muy poco planificada ciudad. 
Daba la sensación de que las personas tenían alrededor de su cuerpo algo así como una burbuja que cubría el pequeño y exacto lugar que le pertenecía, y que cada uno la reconocía en los demás y la respetaba a rajatabla. Cada persona y cada negocio un aura particular, y cada pequeño espacio, un lugar para decodificar.

Por los suburbios de Dar es Salaam...


Paseamos mucho por el centro admirando las mezquitas y la cantidad de rotondas que minan las esquinas. Tuvimos tiempo para recorrer un exquisito malecón que pinta el perímetro con las imponentes aguas del Oceano Indico y otra gran cantidad de catamaranes y barcos mercantiles que transitan las mas disímiles rutas marinas... de las cuales la más famosa es la que apunta hacia la histórica Zanzíbar, isla completamente musulmana y uno de los principales centros turísticos del país y del continente.

Precisamente hacia allí íbamos intentar llegar "de cualquier manera", para sellar los últimos días de este grupo que muy pronto se vería nuevamente reducido a dos personas... pero eso es parte de otra de las historias tristes que alimentan esta infinita felicidad. 
Por lo pronto los dejamos con las pocas fotos que tenemos, debido a algunos problemillas técnicos. Esperamos que las puedan disfrutar y será como siempre hasta la próxima.

Hasta la próxima...
5 oct 2010
Tanzania, un largo camino a Mtwara...

Tanzania, un largo camino a Mtwara...

Mtwara... ¡Bienvenidos a Tanzania!...
El viaje de Pangane hacia la frontera fue sin lugar a dudas uno de los tramos más tediosos de este Viaje por África. Con muy poco dinero, rebotando de transporte en transporte, y bajo un sol que sumaba algunos kilos demás en la mochila, fue que muy poco a poco, casi milímetro a milímetro, nos fuimos acercando a Tanzania.

Este acercamiento hubiera sido muchísimo más difícil y doloroso, si no nos hubiéramos encontrado con la amabilidad de Alberto, el encargado del puesto aduanero que se encuentra en Palma, una de las pocos poblados fronterizos de la zona. Alberto hizo un gran despliegue de hospitalidad, y nos dio acceso a un poco de agua, comida y un lugar donde pasar la noche. Como si esto fuera poco, nos despertó antes del amanecer, diciendo que nos había conseguido un transporte para seguir camino. 

Así fue que llegamos a lo que podríamos denominar: la última etapa del cruce, momento en que nos chocamos de frente con un río y muchos tipitos con lanchas que se afilaban los colmillos mientras nos miraban los bolsillos. Como no teníamos dinero, tuvimos que apelar al trueque y muchísimo poder de convicción en la palabra. Ofrecimos alguna que otra ropa y un par de atados de cigarrillos que aún teníamos en la mochila, y luego de rogar y esperar un ratito, finalmente uno de los tantos vampirillos nos hizo los favores y cruzó el río hasta la bendita frontera.

Por las terrosas calles de Mtwara...
La playa...
Por el centro de Mtwara...
Un hermoso lugar en el mundo...
La banda venía algo quebrada psicológicamente y bastante cansada corporalmente. La falta de buena alimentación y otras necesidades básicas insatisfechas, habían socavado un poco los humores y la destreza en la convivencia. El cansancio suele acentuar la intolerancia en las relaciones, y esos pequeños malhumores se van exacerbados por las incontingencias del viaje, más específicamente por la precariedad de los caminos y por la falta de proteínas en la alimentación. 

Todo lo pagaba el viento de una inestimable libertad que refrescaba la vida dentro de las cajas de las camionetas que nos acercaban a destino. No importaba que cada pequeño pozo de la más infame ruta de tierra se hiciera sentir en las vertebras de la columna. La famosa sonrisa que duele se dibujaba en mi cara, y me sumergía en ese fugaz estadío en que la felicidad se manifiesta como una misteriosa composición de eternos sentimientos entre los que también incluyo el dolor y la desdicha anímica.
Esas postales difíciles de encontrar...
La comunidad al borde del Indico...
Baobab...
Ya una vez del lado Tanzano, la felicidad se transformó en alegría, y estomago se empezó a hacer agua, cuando corroboramos que lo que estábamos viendo eran efectivamente huevos y pedazos de carne, que por otro lado no importaban de que animal eran, lo único importante era comerlos. Es increible cómo la comida le devuelve instantáneamente la sonrisa al rostro. Así fue que con la panza llena y el corazón contento llegamos finalmente hasta la famosa ciudad de Mtwara.

Y cuando te dicen que dormir en la cama del primer hotel que preguntamos cuesta dos dólares por persona, te sacas mucho más que el peso de la mochila de la espalda, y todo el mecanismo motriz se vuelve a relajar... Uno vuelve a ser uno. Lo que sí, hay que tener cuidado con esto de que "se vuelve a relajar", porque tanta tensión acumulada por algún lado se tiene que escapar, y no quiero parecer ni chancho, ni grosero, pero en este caso al cincuenta por ciento de la banda, la tortuga se le escapó por atrás.

¡Sí señores!... un espeluznante mundo de caca circundante fue la marca de la estadía en la Mtwara. Una mezcla de mala alimentación, otro poco de fritanga, y las emociones que se fueron aguantando, resultaron ser un cóctel algo explosivo para estos humildes servidores. Sin prisa, pero sin pausa, las cloacas de Mtwara empezaron a rebalsar. ¡Kilos y kilos de mierda bolo! que en muy pocas horas se empezaron a expandir hacia el resto del continente... y un poco más allá.

África inolvidable...
Invasión y confusión visual...
Rubio careta...
Pero ojo... no por esto vamos a decir que la estadía fue sin alegría, y no solamente porque hacer caca es un placer universal, sino también porque Mtwara te recibe con los brazos abiertos, una playa que no se puede creer, gente sonriendo y alegre, carne de cabra, tortillas de papas, mucha fritanga, bebidas baratas, un idioma fácil de aprender, el Swahili, un país muchisimo más abastecido con celulares en buen estado tirados en el piso, y el ritmo tranquilo de estas latitudes del África meridional que te habla y dice: "Habari" (hola), "Mambo" (¿Cómo va?) y "Poa" (bien)...

Y entonces la vida cambia de tonalidad nuevamente, porque a cada sentimiento y a cada país se le puede atribuir un color, y si tuviera que arriesgar, Tanzania es rojo, con matices de muchísimo verde fertilidad. Un país de sonrisas puras e inocentes. Un mundo que  vuelve por milésima vez una incógnita, momento en que todos los análisis vuelven a empezar; y entre pinchos de carne y ese calor generalmente agobiante, se iban abriendo paso cuatro blanquitos tratando de decodificar la ciudad (principalmente para saber donde se podía comprar papel higiénico). La estela de la vida y de las vivencias se iba impregnando a cada paso en el espíritu.

¿Hacemo' un fueguito?...
Rachel corazón...
Emocionalmente fue una victoria haber llegado hasta acá, y ahora mismo que lo escribo lo vuelvo a vivenciar. Cuando el trabajo está terminado llega el momento de descansar y disfrutar. Bienvenidos a Tanzania y a Mtwara. Nos vemos en la próxima....

Los chicos turisteando por ahí...
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