16 mar 2012

Nueva Delhi, llegada de la Rubia y una rápida huida hacia Varanasi...

La "Rubia" Olivera... siempre multifacética...
De lo que menos ganas teníamos luego de un estado de relajación que rozó lo vegetativo en Pushkar era de meternos nuevamente en el loquero de una ciudad; pero a su vez, de lo que más ganas teníamos en la vida era de reencontrarnos a nuestra máxima gurú femenina grupal: María Agustina Olivera, divorciada, 30 años y bomba sexy 100% argenta. Así fue que en busca del glamour perdido, nos entregamos a un viaje de ocho horas en un bus cama, que nos depositaría casi sin escalas en el movimiento de Nueva Delhi.
 
Llegamos en tempranas horas mañaneras, derretidos por el calor, acusando cierta deshidratación y un acorazado mal humor basado en tener que lidiar con el movimiento de los dos mil bultos de pelotudeces que compramos en Pushkar. Bajamos en la estación central de bondis, y ahí nomás, siguiendo los consejos de nuestro gurú oficial de la moda, nos metimos en el túnel del subte, que según sus sabias palabras, sería “la mejor manera (más barata) de llegar a la zona de Pahar Ganj, lugar donde se da cita el turismo internacional en Delhi, y sitio elegido para esta primera y más que volátil estadía.

Contábamos con el tiempo suficiente como para encontrar algún depósito que se hiciera cargo de nuestros equipajes, sacar el pasaje para nuestro siguiente destino, Varanasi, y recorrer ligeramente las inmediaciones en busca de un teléfono celular y aditivos para el reencuentro. Una vez que bajamos del subte, nos costó mucho más de lo debido tomar la decisión de caminar o pagar un taxi por las ocho cuadras que nos separaban de los hoteles. Terminamos optando por la primera, y sufriendo estúpidamente el calor, hicimos una recorrida hotelera rápida y de rutina, encontramos un sucucho con ventilador por un precio bastante amable, y nos empezamos a cagar a trompadas con nuestras pocas ganas de enfrentar el calor deshidratante y el mundo circundante.


Caruchas cortis...
Juli y su arma predilecta... el Djembe...
Si bien habíamos escuchado de boca de otros turistas que Delhi era algo así como la muerte en ciudad, a nosotros no nos pareció en lo más mínimo una ciudad compleja, y por lo menos en la zona de Pahar Ganj todo está muy cerca, es bastante más barato que Mumbai, y aunque la gente es bastante pesada con el tema de la venta, se disipa rápidamente cuando ve que no le das pelota.
 
De todas maneras esto no implica que no sea una constante que alguien te esté persiguiendo para ofrecerte todo tipo de bienes y servicios, aunque luego de un par de horas de caminata, todo se transforma en un gran paisaje, y uno logra perder el registro. El calor aplastante hace que se disminuya al mínimo el esfuerzo para todo lo que no sea urgente y absolutamente necesario, y como nosotros veníamos bien enfocados con ciertos objetivos, nada logró interponerse en nuestro camino hacia el éxito.

Fumamos uno y nos dividimos las tareas, o más bien al revés, porque si no nada hubiera salido bien. Durante la primera mañana teníamos las averiguaciones hechas para el tren a Varanasi, la forma más rápida y menos contraproducente para llegar al aeropuerto, el celular en mano, y hasta tuvimos tiempo para ponernos al día con los mails y comprar algunos suvenires que Fede quería dejar en el depósito junto a los bultos de ropa.

 Pahar Ganj: desde las terrazas...
Las impresiones de esta parte de Nueva Delhi no son muy distintas a las que podríamos usar para describir los alrededores de la estación Retiro en Capital Federal, aunque también podríamos decir que distan dos universos de distancia, pero eso sólo sucede cuando se empieza a mirar el entorno con lupa; por lo demás: comercio extremo, infinitos puestos de comida, elementos de primera necesidad del viajero, casas de las mil y una boludez "típica" de la India, kioscos, jugos, comida callejera, gente que nunca para de moverse de un lado para el otro, estaciones de tren, taxis, rickshaws, gente pidiendo dinero... Calles de tierra, mucho recoveco, mucho tranza, mucha persona atenta a que no se caiga nada de la mochila, y gente jugando con las mil facetas del turismo, pero nunca tensando las cosas lo suficiente como para que uno se ponga a la defensiva. Un lugar de tránsito, de trámites, de puesta a punto y de aprovisionamiento básico.
 
En Pahar Ganj no se dejan ver muchos templos o elementos del imaginario que India exporta. Es más bien un lugar hardcore que el calor se encarga de asfixiar. Lugar de contacto y encuentro con un montón de turistas de todo el mundo que están preparando sus estrategias de movilización por el resto del país. Es pobre, sucio, bastante dejado, pero lleno de vida y de urbanidad. Millones de hormigas que se mueven en un radio no mayor a dos kilómetros tratando de sobrevivir a los diferentes embates del medio ambiente. Por la noche se corta la luz muy seguido, cosa que motiva además de un abandono apurado de la pieza del hotel (so riesgo de transformarte en agua), muchas puteadas por la falta de aire. Sin ventilador, y dentro del cemento en la ciudad de Delhi, es absolutamente imposible dormir y no morir en el intento.
Un Thali bien logrado...
Las dos millones de puestos de comida se parecen bastante entre sí, pero si una afina un poco el ojo y tiene paciencia, termina entendiendo la diferencia entre un tipo de arroz y otro, elige que tipo de chapati le interesa más, y que thali realmente vale la pena. Especialmente en esta parte de Delhi, no se interesan demasiado por la variedad de la oferta, sino por intentar meterte de prepo las pocas cosas que tienen. La opción alternativa reside en las frutas. Se pueden encontrar mangos, bananas, ananás, etc., todas de muy buena calidad. El chai es omnipresente y una de las mejores cosas que he probado hasta ahora en India. Principalmente la variante “Masala” resulta particularmente exquisita, aunque afuera hagan cincuenta mil grados centígrados.

Entonces luego de terminar todos nuestros trámites, de comer algo, de tomar mucha cantidad de agua y de comprar un par de atados de Win, el cigarrillo más barato de la India, nos lanzamos a la búsqueda del depósito que nos librara del karma de cargar los bolsos por todo el mundo. Aliviados entonces por el abrumador éxito en nuestro cometido, y con ochocientos kilos menos en la espalda, quedamos a punto caramelo para dormir quince minutos y lanzarnos a la búsqueda de la estrella fugaz más cumplidora del último año y medio.

Para ello decidimos abordar nuevamente el subterráneo, precisamente el ramal que se terminó recientemente para los juegos de la Commonwealth, que por otro lado parece ser parte de otro país. Vagones futuristas, limpieza absoluta, precios acordes y rapidez absoluta. Una opción mucho más que conveniente que te tele transporta hacia la felicidad o la tristeza que suelen contener los aeropuertos.

A la espera... (foto archivo)
"Subte" futurista en Delhi... (foto archivo).
Nos embarcamos en el trip, y en pocos minutos, estábamos reposando nuestros ansiosos cuerpos del otro lado del vidrio de la sala de arribos, a la espera del pelo rubio más conmovedor en largo tiempo. Y la magia sucedió nuevamente, y la emoción se hizo realidad, y las palabras nunca alcanzan cuando de reencuentros de corazones se trata. La Rubi apareció por un típico carrito de valijas a llenar de hechizos nuestras vidas y a desparramar toda su hermosura natural en tierras asiáticas...

Riendo, cansada, abrumada, excitada, feliz, ¿quién sabe?... Como es ella, que nunca se sabe bien, pero que no hace falta... La sinergia de las almas es lo que en definitiva nos pone en movimiento y nos lanza a la búsqueda de aventuras... y porqué no también, a sentirnos extasiados con el hecho de compartir un espacio temporal y espacial en nuestras vidas.

Llegó con toda su aura a cuestas, y como siempre, con un montón de caricias para el alma. Además de fernet, yerba, alfajores, dulce de leche, y otro sinfín de boludeces de primera necesidad y urgencia, desempacó una cantidad de golosinas extrema, que sólo fueron una prueba más de su dulzura y de su encanto. La Rubia eterna estaba parada finalmente enfrente nuestro, confirmando que este viaje es un sueño hecho realidad por milésima vez.

Tremenda banda...
Caricias para el alma...
Le chupamos la energía, nos sincronizamos en modo "cuatro", acomodamos nuestros caprichos a su presencia, y todos juntos empezamos a meterle un punch mega mongo al tiempo que teníamos por delante. De acá en más, lo único que restaba, era disfrutar y compartir.

Rápidamente abordamos el subte de vuelta al micro centro de Delhi, nos fumamos dos mil, nos fuimos poniendo al tanto de los detalles más sobresalientes, y salimos corriendo a sacar el pasaje para Varanasi, evento que sucedería la misma tarde de la llegada, y que sería el puntapié inicial de una época marcada por el éxtasis de un grupo que no supo ni pudo parar... y que además, no está interesado...
 
Bienvenida amiga, como siempre un placer, una emoción y un estallido volver a verte. Y para todos los que están del otro lado, les dejamos un saludo emocionado que los acompañe hasta el próximo post. Se viene una de las ciudades más sagradas de la India... Varanasi. Para flipar... Hasta la próxima...

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